La villa de Murillo el Cuende, Morillo
del Conde o Murillete, está enclavada en la merindad de Olite, teniendo
como vecinos a Pitillas por el norte, Santacara por el oeste y a
Traibuenas y Caparroso por la parte sur. Forma ayuntamiento con Rada y
Traibuenas y en él radica su sede. El río Cidacos atraviesa su término.
La etimología de su nombre, su primitiva situación y las frecuentes
guerras ocurridas en sus cercanías, acreditan haber sido fortaleza. Nos
queda como recuerdo la antigua parroquia dedicada en un tiempo a la
Natividad de la Virgen, levantada en una eminencia que sirve de atalaya
sobre una gran extensión de terrenos llanos de la Ribera por la parte
norte.
Puede apreciarse con claridad el emplazamiento del antiguo poblado en la
falda de la fortaleza. El origen del mismo resulta antiquísimo, y por él
sin duda se han ido sucediendo distintas generaciones alcanzando
seguramente las edades prehistóricas.
Resulta un enigma la iglesia románica, actualmente conocida por "la
ermita". Nadie ha sabido explicar la falta de portada en la misma. Es
una iglesia de una nave con piedra bien tallada y con un ábside románico
de los que tanto abundan en los edificios de este tipo de Navarra.
Quizás esta anomalía observada en la iglesia de Murillo el Cuende se
deba a alguna peste o a alguna guerra que impidiera a sus habitantes la
terminación completa del edificio, al verse privados de medios
económicos. Lo cierto es que nunca existió portada alguna y solamente se
limitaron los constructores a cerrar la nave de la iglesia con una pared
de mampostería.
Las primeras noticias que conocemos de Murillo el Cuende se refieren al
año 1277, en que pertenecía a don Lope Díaz, señor de Vizcaya, en cuya
fecha lo entregó por sí y su hermano en prendas a don Guillén Marcel
Bueges. Vecino de Pamplona, por 2.000 libras de torneses negros que le
prestó.
Durante el reinado de Carlos II de Navarra se alistaron para la guerra
con Aragón, 5 infanzones y 23 labradores. Para esta fecha el señorío de
Murillo el Cuende ya pertenecía al Monasterio de la Oliva. Martín
Jiménez de Lerga. Que era poseedor de varias villas de Navarra, entre
las cuales se contaba la de Murillo el Cuende, tenía una deuda adquirida
con la tesorería real. Se le embargaron por orden de la reina doña Juana
todas sus posesiones. Murillo el Cuende fue valorado en 800 libras. El
día 3 de julio de 1349 se firmaba en San Juan de Pie de Puerto la
escritura por la que Murillete quedaba a perpetuidad como señorío del
monasterio de La Oliva, convirtiéndose los vecinos en sus vasallos.
Murillo el Cuende debía pagar todos los años buenas sumas de trigo y
cebada al monasterio. En su cobro se mantenía muy rígido el sentido
jurídico de la propiedad. Sin embargo, a lo largo de los siglos XIV y
XV, ante el panorama desolador que ofrecían las villas por causa de
pestes, malas cosechas, y despoblación de las mismas, se veían obligados
a rebajar las pechas a los escasos labradores que quedaban en los
pueblos, aunque, a veces, los dueños (reyes, nobles y eclesiásticos)
aplicaban la justicia apoderándose de las propiedades de sus pecheros.